Acaba julio, y ha sido tremendamente fácil adaptarme a la tan deseada rutina del aislamiento y la tranquilidad. El pequeño espacio de mi isla con mis cosas. Lo necesitaba. Ordenar, lo tangible y lo intangible. Despejar la mente y el espíritu y el corazón. Descansar. Y trabajar, mucho. Ya lo avisé. No soy un náufrago, soy un prófugo. Así que me temo que esto no es para avisar de que vuelvo al mundo. Ni remotamente. Pienso pasarme todo agosto también en mi isla, salvo que llegue alguna privilegiada botella que me impulse a salir un ratito (ya sabéis que yo soy mucho de “si me llamaras lo dejaría todo”, pero mientras no me llamen aquí pienso quedarme).
Ya en septiembre quiera o no se acaba esto. Y voy a necesitar muchas fuerzas, y muchas ganas, y tener las ideas muy claras. Así que ha seguir oculto.
Para todo lo demás, Las Casas de la Carne :-)
J.