Horas y horas de tren, y de las personas que lo habitaban y lo hacían suyo. Como un vagón del expreso de Hogwarts.
Curvas de Gaudí, y luces, y columnas, y farolas, y piedras, y árboles.
Paseos por la Rambla y el olor a fruta y a chocolate.
Termómetros, y botellas de agua, y rostros cansados que no querían parar.
Libros y libros, y paredes oscuras, y Txell, y Bela, y la certeza de que todo escritor debe enamorarse siempre de su agente, o de su agencia, y de que es casi lo mismo y que no importa.
Conversaciones geniales de madrugada con acompañantes geniales en una habitación de hotel abarrotada de camas.
Yo estuve allí. En todo ello.
Y volveré.
En cuanto pueda.
J.