Y luego está lo que permanece. Y lo que permanece no lo hace por muros, cadenas, promesas. Eso nunca ha detenido a nadie. Lo que permanece se hace real con una sonrisa y un “aquí seguimos”, con un “¿tanto tiempo hace ya de eso?”, con un “que ganas tenía de volver a verte” de nuevo, y de nuevo, y de nuevo. Sólo puede permanecer lo que es libre. Y, cuando permanece, tiene una cualidad mágica, inesperada, e igual que inesperadamente ha llegado hasta aquí, sabes que inesperadamente puede extenderse hasta el infinito. Porque sólo lo que es libre no conoce límites. Tres, cuatro, diez, quince años. Y aquí seguimos. Sonriendo. J.