¿Y si la tormenta te atrapa fuera? ¿Y si la lluvia te atraviesa y te hiela? ¿Y si llega la noche y el frío? Todos esos “y si” son inútiles. Cuando llega la tormenta, te empapa. Sin más. No puedes luchar contra la tormenta, ni enfadarte con ella. ¿Qué hacer entonces cuando llegue? Agachar la cabeza, y confiar en que nos veremos al otro lado. Porque nos veremos. En los días de sol.