Nos empeñamos en pone orden en el caos. Un orden que hemos inventado para un caos que hemos decidido que es tal. Y nos inventamos que café y tostadas son el desayuno, que las lentejas van al mediodía, que las natillas van de postre. Nos inventamos las horas de comer y de cenar, y cuando alguien lo hace a una hora distinta movemos la cabeza pensando lo raro que es el pobre. Colocamos los cubiertos en el primer cajón de la encimera y los vasos en una puerta alta, nunca cerca del suelo. Buscamos sentidos a lo que no lo tiene.
Y después la pizza que mejor sabe es la recalentada de desayuno, y no hay mejor almuerzo que uno que es sólo postres, y el hielo puedes ponerlo en la parte del congelador que te apetezca.
Al final no es que haya que aceptar que no se puede ordenar las cosas. Al final lo que hay que saber es encontrar la hermosura tanto en el orden como en el caos, y darle a cada cosa su instante. Al final o al principio.
J.
Estoy de acuerdo con tu reflexión. Creo que el orden y el caos están únicamente en nuestra visión o sensación de la vida, en los ojos que ven, no en aquello que miramos. Es más una interpretación subjetiva que propiamente una realidad. Caos y orden alternándose crean el equilibrio perfecto.